12 • EL CORREO • NOVIEMBRE 3, 2017 WWW.QNS.COM
La ciencia del placer:
¿por qué nos gusta lo que nos gusta?
Nuestro circuito de placer puede
ser desencadenado por algunas
cosas obvias y otras no
tan obvias. “Hay algunas de las cosas
que nos gustan porque estamos programados
para que nos gusten, como
consumir alimentos, tomar agua y
tener relaciones sexuales”, le explica
a la BBC David Linden, profesor de
Neurociencia en la Universidad Johns
Hopkins de Baltimore y autor de un
libro llamado “El compás del placer”.
“Hay otras cosas que aprendemos a
disfrutar. Por ejemplo, mientras que estamos
programados para que nos guste
el dulce, las preferencias personales están
determinadas más que todo por la
experiencia individual, el aprendizaje,
la familia, la cultura: todas las cosas que
nos hacen individuos”, indica Linden.
Pero, ¿todos los placeres son iguales?
El placer que nos dan las drogas,
el sexo o la comida, ¿todos le hacen lo
mismo al cerebro?
“Una de las cosas que descubrimos es
que, cuando se trata de placer, parece
haber un santuario interno de regiones
del cerebro que son unitarias”, responde
Morten Kringelbach, un neurocientífi
co que trabaja con las universidades
de Aarhus, en Dinamarca, y Oxford, en
Reino Unido.
“Si uno piensa en el placer que nos da
la comida, se siente muy distinto al placer
de la música. No obstante, toda la
información indica que probablemente
no deberíamos guiarnos por nuestras
experiencias: las señales eléctricas en
regiones específi cas del cerebro son las
mismas”. Así que aquellos -y aquellas-
que dicen que el chocolate es mejor
que el sexo, quizás están comiendo
muy buen chocolate.
En el fondo de todo esto hay algo con
un nombre muy largo: 3,4-dihidroxifenilalanina
o, si lo quieres más corto,
dopamina. “Sabemos que la dopamina
es crucial, que si aumentas la cantidad,
aumenta el placer, y si la retiras, bloqueas
la capacidad de sentir placer. Y
sabemos que actúa en lugares particulares
del cerebro donde si los destruyes
dejas de sentir placer. Lo que todavía
es un misterio es por qué la liberación
de dopamina en esta parte del cerebro
produce placer”, señala Linden.
Cualquiera que sea la razón, el placer
llega en tres fases, según indica Kringelbach.
Primero viene el deseo: anticipación,
anhelo, ansias. Después hay
un período de gusto: el disfrute de la
comida, el vino, el sexo, la película o
la metanfetamina. Finalmente, la saciedad:
el período de la satisfacción.
¿Por qué insisten en controlar
nuestro placer?
Las autoridades, señala Linden,
quieren regular las cosas que hacemos.
“Estoy hablando de sexo y
drogas. Dicen: ‘no puedes tener relaciones
sexuales si no estás casado’ o
‘no puedes pagar por ellas’ o ‘no puedes
ser homosexual’; y ‘no puedes
consumir ninguna droga que active
tu centro de placer, ya sea nicotina,
alcohol, canabbis, etc.’ mientras que
otros dicen: ‘puedes tomar alcohol,
pero nada más’”.
¿La razón?
“Yo creo que les preocupa mucho
nuestros placeres porque son los que
rigen nuestra conducta. Son muy
fuertes. Para estas instituciones eso
representa una amenaza pues las cosas
que son altamente placenteras
puede alterar el orden establecido”.
Algunos placeres son obvios y muy
compartidos: el chocolate o Bach;
una cerveza o un atardecer. Pero
otros parecen extraños. Un sadista
goza infligiendo dolor. Un masoquista,
sintiéndolo. “No hay nada que explique
biológicamente por qué hay
algunos que desarrollan un gusto
por ciertas prácticas sexuales y otros
no. Pero sí hay algo que decir sobre
el placer y el dolor”, señala Linden.
“Ambos son indicadores de algo que
es importante, significativo”.
Así que el placer está escrito en la
bioquímica de nuestro cerebro. Lo
que pasa es que a veces, como dijo
el filósofo existencialista danés Soren
Kierkegaard, “la mayoría de los
hombres persiguen el placer con tal
apresuramiento que, en su prisa, lo
pasan de largo”.
Tomado de:
www.altaeducacion.org
Cortesía de
www.psicologiaconvergente.com.