LOCAL
8 • ABRIL 19, 2018
Primer Instituto para la intervención y
prevención de pandillas: Una lección de perdón
Por: Sandra Anabella Torres
sandra@noticiali.com Cuando Alex Sánchez tenía 3
años de edad, y su hermano 1
año y medio, sus padres los dejaron
al cuidado de unos conocidos en
su país natal El Salvador y se vinieron
a Estados Unidos. Pasó cinco años
para que los padres pudieran traer
a sus hijos, tiempo en que Alex solo
vio a su mamá a través de una foto
en blanco y negro, imagen que ella
le dejó al partir cuando tenía solo 16
años. Sin embargo, ese momento de
la ansiada reunifi cación en EE.UU. en
los que pensaban que iban a volver a
ser una familia no sucedió así y por el
contrario fue para Alex el inicio de su
incorporación a las pandillas.
Es una realidad que narró paso a paso
a educadores, trabajadores sociales
y miembros de organizaciones sin fi -
nes de lucro que se dieron cita el 12 y
13 de abril en el primer Instituto sobre
Intervención de Pandillas en el Trabajo,
organizado por la entidad S.T.R.O.N.G.
Youth Inc. en asociación con la Universidad
de Hofstra, Nassau Boces y la
Iglesia Católica St Martha Roman, para
defi nir cuales son las raíces de este problema
que urge soluciones verdaderas.
Deportación no es la solución
Alex Sánchez, es hoy en día Director
de Homies Unidos en Los Ángeles, California,
entidad que ayuda a ex pandilleros
a reintegrarse a la sociedad a
través de talleres.
Uno de los invitados especiales y
quien a través de un conmovedor relato
dejó en claro que después de tantos años
no ha sido posible erradicar las pandillas
porque las políticas no van a solucionar
el problema, sino a exportarlo.
“En Long Island se están implementando
las medidas que en 1996 se aplicaron
en Los Ángeles, las cuales permiten deportar
a alguien aún estando legal si ha
cometido crímenes o tiene una afi liación
con pandillas, entonces el problema no
se está corrigiendo, se está exportando
a otro lado, muchos de ellos regresan,
son aún un problema”, recalca Sánchez.
Alex, ex pandillero quien fue deportado
en 1994, reingreso al país en 1998
empezando su dedicación y trabajo con
jóvenes y en el 2002 logró obtener asilo
político, actualmente es una de las
personas con mayor conocimiento en
el tema de pandillas en Los Ángeles, lugar
donde inició la MS-13 y fueron esas
mismas vivencias las que compartió en
Long Island con el fi n de mostrar porqué
un joven o niño entra a una pandilla.
“Cuando llegué a este país recuerdo
que mis padres nos recogieron en una
camioneta y en ese trayecto nos mirábamos
como si fuéramos totalmente
desconocidos. No reconocí a mis padres,
eran otros”, relata Sánchez quien
a los 7 años dejó de vivir en una casa
en El Salvador donde podía salir a jugar,
ver desde la puerta por un lado
las montañas y por el otro el río, para
vivir en un lugar donde no podía salir
porque era peligroso. “Llegamos a ser
una carga para mis padres, encontramos
otro hermano y mi mamá estaba
embarazada, teníamos que acomodarnos
todos en un apartamento de una
sola alcoba”, recuerda Sánchez.
Entonces se dio cuenta que la reunifi
cación familiar era cruel: “mi relación
con mis padres se había fraccionado
para siempre y a veces esas rupturas
nunca se componen, quedas con un
trauma de por vida”, insiste, explicando
como muchos jóvenes y niños llegan
a reunirse con sus familias pero
en ese proceso se encuentran con una
dura realidad: padres que ya no conocen
porque no los han visto por años,
algunos llegan a vivir con padrastros,
con nuevos hermanos que no hablan
ni siquiera español, etc… Situaciones
familiares de fondo que los llevan a la
edad de 10, 11 o 12 años a refugiarse en
una pandilla.
Cómo reemplazar la pandilla
“Esos niños, al igual que yo lo viví, no
piden ayuda y empiezan en las escuelas
a ser perseguidos por pandilleros que
los ven vulnerables, encuentran lo que
en su momento creen es un apoyo en
medio de esa soledad, comienzan a
sentir el poder que les da la pandilla
y es aquí donde debemos pensar cómo
vamos a reemplazar ese poder que
ellos reciben de una pandilla por programas
de prevención e intervención”,
enfatiza Sánchez.
Un mensaje que sugiere que las escuelas
deben ir al fondo y a la raíz del
problema, ser más agresivas con el
apoyo sicológico a jóvenes y niños,
crear programas de seguimiento a menores
que acaban de llegar al país y
también buscar que éstos perdonen
a sus padres y sean capaces de pedir
ayuda.
“Ahora entiendo cual era la situación
de mi madre al dejarme a los 3
años de edad. Ella no me dejó porque
quería hacerse rica o darme mejor vida,
ella me dejó porque no tenía otra
opción de sobrevivir y eso nos costó
mucho”, puntualiza Sánchez y pidió a
los educadores de Long Island no desfallecer
en la búsqueda de mejorar la vida
de un niño inmigrante, “Si plantamos
buenas semillas, aunque se demoren,
al fi nal van a crecer y se van a ver los
resultados”.
Olvidar y pedir ayuda
“Hablando con jóvenes y niños he
aprendido que ellos siempre llevan
adentro algo que no perdonan, una semillla
con la que han sembrado odio.
El mensaje es olvidar, pedir ayuda y
rodearte de personas positivas cuando
algo esté pasando en tu vida”, recomienda
Hashim Garrett, ex pandillero
y orador inspiracional de la entidad
Breaking the Cicle, que participó en
el primer Instituto sobre Intervención
de Pandillas.
“Invitamos a organizaciones que nos
pueden ayudar en este camino. Esto no
es un entrenamiento, es una cooperación
mutua. Son los educadores los que
están todos los días enfrente de esta
problemática”, indica Sergio Argueta,
Fundador de S.T.R.O.N.G. Youth Inc.,
entidad sin fi nes de lucro dedicada a
la prevención e intervención de pandillas
en Long Island y promotora de
este primer Instituto.
(Foto: Noticia)
Alex Sánchez, Director de Hommies Unidos de Los Ángeles, California, un ex pandillero que vino a Long Island para hacer conciencia
de la importancia de crear programas que eviten que niños centroamericanos ingresen a pandillas.
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